El negacionismo de Bitcoin tiene su corazón en el BCE (Banco Central Europeo) y se trata de un corazón que late con ritmo hiperrealista, que se presenta como el mayor defensor real de la realidad. De su realidad. Pues es su realidad la que defienden Ulrich Bindseil y Jürgen Schaaf en un post publicado en el sitio web del BCE. El post se titula: “Aprobación ETF para bitcoin: el traje nuevo del emperador desnudo”.
Los autores niegan a Bitcoin en todas sus caras, aunque ello conlleve algunas contradicciones. Como los negacionistas climáticos llegan a la contradicción en su afán de negar la existencia, causalidad humana o efectos del cambio climático. Es lo que tiene la técnica argumentativa del “cherry-picking” (literalmente cosecha de cerezas, pero utilizado en inglés para significar el espigueo de evidencias sin relación de coherencia entre ellas). Se coge de aquí y de allá, aunque las piezas no cuadren.
Bitcoin BCE
En el post de Bindseil y Schaaf se acusa a Bitcoin de incumplir sus promesas de convertirse en moneda digital global descentralizada, en ser refugio de la actuación criminal, en poner en peligro a la sociedad y el medio ambiente o de no funcionar realmente descentralizada, de manera que sus precios pueden manipularse. Pero seguramente el argumento imputado en mayor medida es su falta de relación con la economía. En ser algo meramente especulativo. La naturaleza especulativa de Bitcoin -y destaco aquí lo de “naturaleza”- todavía plantea riesgos importantes, nos dicen.
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Bitcoin ha fracasado -como moneda digital global descentralizada y para hacer transferencias legales- nos dicen. Sin embargo, Bindseil y Schaaf combaten su éxito, expresado en el aumento de su cotización en las últimas semanas. Lo ven como el Emperador. ¿Cómo un éxito se fundamenta en un fracaso? Es aquí donde entran los argumentos en clave de manipulación y conspiración, teniendo a los lobbies del Bitcoin como principales actores.
Prohibición de Bitcoin y BCE
Es como cuando los negacionistas del cambio climático acusan a los lobbies de científicos izquierdistas-ecologistas de promover la idea del cambio climático o quienes, desde el otro lado del debate climático, acusan a los negacionistas de ser meros portavoces de fundaciones vinculadas a las industrias energéticas y las petroleras, como antes habían estado vinculados a la industria tabacalera, para negar la causalidad del tabaco en enfermedades, especialmente en el caso de los “fumadores pasivos” y, así, impedir o, al menos, retrasar la prohibición de fumar en espacios públicos. Cada posición ve la conspiración y manipulación en el otro, en el ojo ajeno, antes de ver la viga en el propio.
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Los autores del post llaman a la prohibición de Bitcoin dado que el aumento de su cotización, que califican de burbuja, conlleva riesgos para la sociedad y el medio ambiente. Lo segundo porque incentiva la actividad minera, lo que, a su vez, conlleva un mayor gasto de energía. La rentabilidad de la práctica de la minería se sostiene contra la sostenibilidad del planeta.
Especulación
Ahora bien, uno de los argumentos que Bindseil y Schaaf usan con mayor fuerza, que los bitconianos tendrían que combatir también en mayor medida, es el de los “fundamentos económicos” del precio de Bitcoin. Es decir, se preguntan qué es lo que hace subir o bajar el precio de los bitcoins más allá de la especulación, qué cambios o fenómenos materiales, productivos o comerciales son los que están detrás de sus variaciones de precio.
Para los autores del post, no hay ninguno. Se trata solo de especulación, en función de las expectativas creadas por su admisión como ETF en Estados Unidos. Tal vez podría responderse que tal cambio en su estatus financiero ya es suficiente acontecimiento comercial, ya que transforma un mercado como el mercado financiero. Pero es la pregunta principal.
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Cuando Bindseil y Schaaf dicen que el valor de Bitcoin es justamente cero, quieren decir que no tiene reflejo en eso que denominan la “economía real”. Lo subrayan en varias ocasiones a lo largo de su artículo: Bitcoin es solo especulación, sin relación con la economía real. Así, lo real regresa como hiperrealidad. Como ocurre en el debate sobre el cambio climático. Afirmacionistas y negacionistas del cambio climático acusan a la otra parte de falta de realidad, de verdad, que es el término que utiliza el sistema social de la ciencia para hablar de realidad. Una lucha continua denunciando la falsedad de las pruebas del otro, la manipulación de los registros y las evidencias del otro. La verdad-realidad del otro es siempre falsa. La realidad entra así en lo real, pues, como bien señala el psicoanálisis, hay que diferenciar entre la realidad y lo real.
La economía real de la UE
Como decía Baudrillard, en nuestros días y economías del simulacro, donde el mercado principal es el de los significantes, la realidad -o, en este caso, la economía- es otro significante más, sin referencia. La referencia a lo real es un ejercicio de hiperrealidad. Se argumenta con la realidad, con acusaciones a la falta de realidad, desde la ausencia de realidad.
La hiperrealidad sustituye a la realidad, o, mejor dicho, expulsa la realidad al nombrarla. Señala su vacío. Como el BCE -y, de paso, la política económica de la UE en su conjunto- expulsan a la producción industrial o agrícola europea. Los signos siguen funcionando -registros de bienestar, de PIB, en las Bolsas europeas- pero, mientras tanto, parecen trabajar para expulsar esa realidad a la que hacen referencia.
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La expulsan a otros países, a otros rincones. Esa economía real, que es la base de la riqueza según la economía clásica, emite sustancias que la altiva y acomodada nariz europea muchas veces no está dispuesta a soportar: sudor del esfuerzo, el olor a abono, el estrés de la competencia, el humo de las fábricas, etc. Emisión de sustancias que es enviada fuera de sus fronteras, recuperándose sus productos después como significantes por los distribuidores de esos productos en Europa. Esta es la otra realidad de lo real.
Colonización del futuro
Desde luego que Baudrillard hubiera disfrutado mucho con el post de los empleados del BCE. Un post que habla de sus temas favoritos: la hiperrealidad convertida en economía real, la banalidad del mal transformada en “la moneda del crimen: la financiación del mal”, como dicen.
Entiendo que esta diferenciación entre los conceptos de realidad y lo real sea difícil de comprender, no siendo este el lugar pertinente para su desarrollo. Pero espero que, al menos, quede la idea de cómo la referencia a la realidad -y, su supuesto opuesto, la especulación- es utilizada en los debates contemporáneos para acusar a la otra parte.
La especulación queda fijada como falta de realidad. Pero lo real es que todos, en nuestra modernidad proyectada en el futuro, especulamos. En esa colonización del futuro, que vertebra nuestra modernidad, el dinero -todo tipo de dinero, el dinero como tecnología- ha tenido un papel clave (véase, por ejemplo, Modernidad e Identidad del Yo, de Giddens). Ahora bien, con la especulación, se especula también con la denominada realidad. Con que comprendan esto me conformo, no aspiro a nada más.
Europa y sus costuras
Tampoco aspiro a que los empleados del BCE que han publicado el post, Bindseil y Schaaf, lo comprendan. Y no es porque no tengan más que sobradas capacidades intelectuales. Es otra cosa. Como dijo el escritor y activista de los derechos humanos Upton Sinclair: “Es difícil lograr que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
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El BCE vive de hacernos creer que tiene algo que ver con la “economía real”, cuando la UE se ha empeñado en deshacerse de la carga que supone esa “economía real”. Es la UE la que está desnudando la economía real europea, al mismo tiempo que paga generosamente a sastres que dicen estar haciendo trajes de esa materia tan pesada -competitiva, atravesada del sudor del esfuerzo; en muchos casos sucia y contaminante- que es la economía real.
Pero cada vez más, cuando Europa pasea por el mundo, ya no se ven sus costuras. Se ve su desnudez. La burbuja de Bitcoin, como dicen los autores, solo puede entenderse desde la burbuja de las referencias a la economía real. Y los gestores de la UE son especialistas en generar esta segunda burbuja. El traje de la desnudez económica europea es un traje de burbujas. Tal vez, así, se amortigüe mejor la caída de la economía europea.
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