El metaverso parece destinado a terminar de transformar la sociedad del consumo en la sociedad del espectáculo. Como dijeron ya hace algún tiempo los sociólogos franceses Guy Debord y Jean Baudrillard, la lógica de la sociedad de consumo es básicamente una lógica del espectáculo. Esto tiene más sentido, si cabe, cuando se trata de prácticas de consumo cultural, como es la visita al museo.
Metaverso y museo
Según la última Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, que elabora el Ministerio de Cultura, más de ocho millones de españoles visitan un museo cada año. Una cifra nada desdeñable para una práctica cultural que parece saludable, que se encuentra en la tensión entre el didactismo -mostrar la “cosa en sí”, el arte o el elemento del campo que sea, pues no todos los museos están centrados en arte- y esa siempre mística relación con el original de la obra, ahora sí, de arte, con el “yo la he visto”.
Claro, ver una obra de arte, en el sentido de esa frase, no es verla representada en un manual escolar o en uno de esos libros de lujo, tan bellamente editados. Es ir a la exposición. Ir al museo. Es la experiencia de estar físicamente frente a ella. Pues bien, casi tres millones de españoles realizaron esa visita al museo de manera virtual. Es decir, no estuvieron frente a las obras. Un dato que señala la gran expansión de otra relación con los museos y sus obras. Señala la posibilidad de otro tipo de experiencias con el museo. Es aquí también donde el metaverso tiene un horizonte digno de reflexionarse. Y lo tiene porque puede llegar a cambiar precisamente el sentido de lo que significa encontrarse con el elemento expuesto, con lo que se expone en el museo, y con el propio espacio del museo.
Tono sagrado
Con relativa independencia del tipo de museo de que se trate, la visita al museo adquiere una especie de tono sagrado. La obra expuesta como un icono sacro, aunque se trate de una montaña de trapos, a lo Michelangelo Pistoletto. Silencio respetuoso, un constante no tocar. Luces tenues y, sobre todo, mantener la debida distancia, que es una especie de distancia media, que, a su vez, mide el respeto que tiene el espectador por lo que ve.
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Aun cuando las visitas a los museos entren en la categoría de consumo cultural, se trata de un consumo de lo apenas consumible, de la distancia que se establece entre objeto y consumidor. Paradójicamente, se trata de entrar en contacto con lo que no se puede tocar. Tal vez por esto, los de menos edad y nacidos en una sociedad del consumo madura, que ha hecho de la experiencia del usuario el valor diferencial por el que se compite, se suelen sentir un tanto incómodos en el espacio tradicional del museo.
No pueden sumergirse en el elemento visto, manipularlo, que es la forma de apropiárselo y, a la vez, de que el objeto se apropie de uno. Es decir, no pueden establecer una relación mutua, que es algo que va más allá de la interacción. Se puede, por ejemplo, interactuar con el panadero; pero eso no significa relación mutua. Aunque, claro está, se puede establecer relaciones mutuas con panaderos y cualquier otro tipo de profesionales.
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Una relación mutua es establecer una relación con el conjunto del contexto a través del otro. El mundo cobra sentido distinto a través del otro. No es cuestión de ponerse en clave de filosofía fenomenológica o existencialista, pero quedémonos en esto para diferenciarlo de la mera interacción. Una práctica se considera una práctica de consumo, en la sociedad de consumo, porque nos relacionamos con el mundo a través de ella. Es una manera de estar en el mundo. Pues bien, la relación mutua y, por lo tanto, la relación con el objeto expuesto y con los otros que están en el contexto de ese objeto expuesto es la puerta que se abre con el metaverso.
El nuevo consumo del museo
A través del metaverso, la RA (Realidad Aumentada) y la RV (Realidad Virtual) tal experiencia de relación mutua con las obras del museo es posible. Hay casi tres millones de españoles que, al menos, parecen inclinados a llevarla a cabo. Estos casi tres millones habrán experimentado el llamado “tour virtual” o grado cero del nuevo consumo del museo. No está mal para empezar. Pero es justamente el grado cero del metaverso. Sobre todo, porque, en el mejor de los casos, se limita a establecer la interacción con el objeto, sea el museo en general, sean específicos objetos de ese museo.
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Por ejemplo, se pone en juego la tridimensionalidad: ir hacia delante, atrás. Tal vez, arriba o abajo. Ver el detalle, con un “acercamiento”. Pero como si estuviéramos allí. Ahora bien, el horizonte del metaverso es proponer otro tipo de experiencia. No un “como si estuviéramos ahí”, sino una especie de “a partir de ahí”. Repito que la visita virtual no está mal. Permite “acudir” al museo con independencia del lugar del mundo en el que se viva. Pero me parece que no sustituye la experiencia de la relación directa con el espacio del museo, ni con las obras que expone. Como no puede sustituirla, el reto es generar otras experiencias tan intensas como el “estar ahí”. Se trata del acudir al museo al sacudir al museo.
El metaverso en el museo sitúa a los gestores de estos espacios en la necesidad de dramatizarlos de manera abierta, con la incorporación de la relación mutua de los asistentes a la experiencia virtual. Ya no sólo plantear la relación uno a uno entre objeto o espacio del museo y visitante, sino entre visitantes entre sí. Por eso es abierta. Los visitantes, distintos visitantes que se relacionan entre sí, adquieren la forma de avatares.
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Entran en el museo como avatares. Entran en las obras como avatares. A su vez, los gestores del museo crearán sus propios avatares. Guiones múltiples y abiertos a partir del contexto histórico presente en la obra de arte o el objeto expuesto, para, por ejemplo, museos de carácter etnográfico. Pero, también, guiones múltiples y abiertos a partir de la situación expuesta por la obra. Piénsese en las situaciones que abre cualquiera de las obras de David Hockney. Sí, las obras dejan de ser “obras expuestas” para pasar a “exponernos”.
Visita al museo y metaverso
La práctica de ese consumo cultural que es la visita del museo va a cambiar drásticamente con la incorporación del metaverso. De hecho, todas las prácticas de consumo cultural o del espectáculo cambiarán. En buena medida, se alimentarán unas de otras. Hasta que sus límites queden difuminados. Al menos, desde donde hoy los concebimos.
La mayor parte de los museos importantes del mundo han empezado ya el camino en el metaverso. Incluso alguno ya ofrece experiencias inmersivas, como es el caso del MoMA, The Met o la Smithsonian Institution. Pero el salto lo darán en la medida que sus responsables vayan incorporando profesionales especializados en la nueva concepción del espectáculo, haciendo de la visita a un museo una experiencia espectacular, aun cuando no se entre directamente (físicamente) en ese contacto/no contacto con la obra expuesta.
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