Matt Hougan, CIO de la compañía asesora para inversores cripto Bitwise, dibujó hace un par de semanas una figura atractiva y, a la vez, un tanto siniestra: la de un bote o jarra de propinas en bitcoin. Lo hizo en X, adornándola con el calificativo de hermosa. Es un contrapunto que engancha.
BITCOIN ES UN ELEFANTE EN LA HABITACIÓN DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
“It’s a beautiful thing when 700 human beings throw bitcoin into your tip jar.” — @Matt_Hougan
This was one of the many takeaways from our CIO Matt Hougan at @Vetta_Fi @exchangeETF 2024. He was discussing the surprising public response when we shared our bitcoin wallet… pic.twitter.com/eaP67wDu2c
— Bitwise (@BitwiseInvest) February 27, 2024
Propinas en bitcoin
Tras la aprobación de los ETFs de Bitcoin, los ejecutivos de las grandes corporaciones y los fondos de inversiones se encuentran en cierto estado de parálisis sobre qué decisión tomar con respecto a la criptomoneda. Por un lado, las dudas morales construidas durante varios años para alejar las inversiones y la gestión de las empresas de bitcoin, para estar a bien con los amenazados gobernantes. Gobernantes que hoy, en muchos casos, mantienen, a su vez, dudas razonables sobre su propia posición anterior. Por otro lado, un activo atractivo y, ahora, como ETF, legitimado. Y, por último, un precio a alza de la criptomoneda que inyecta presión, pues se puede llegar a tener la sensación de que cada minuto que pasa sin invertir es una ocasión perdida. Y después hay que rendir cuentas a los inversores. El precio de bitcoin al cierre de esta edición es de $72.804.
EL NEGACIONISMO DE BITCOIN, UN EJERCICIO DE HIPERREALISMO DEL BCE
Es comprensible esa parálisis, pues el paso en la inversión en bitcoin, o cualquier otra criptomoneda, es una especie de paso del Rubicón. Es una decisión como la del mito protagonizado por Julio César para cualquiera de nosotros, que posiblemente sólo nos sintamos responsables de nosotros mismos, si es que tal exclusividad es posible. Incluso lo vivimos como una línea más de madurez en nuestro rostro. Como otra muesca en nuestra identidad. Como ocurre siempre que se traspasa una línea de la vida importante. Y toda línea de la vida importante conlleva riesgos. De lo contrario, no sería ni de la vida, ni importante.
El paso a una subcultura
Cuando se da el paso, muchos sienten el estremecimiento de la inmersión en otra cultura. En una subcultura. Eso, aunque se trate de unos relativamente pocos euros. Esos que recomiendan para estos pasos financieros: los que no se necesitan. No digo que, por acceder a unos pocos satoshi, se le vaya a poner a uno los ojos láser o el rostro se convierta en la máscara de Guy Fawkes. Pero ese paso se siente. La emoción, con su estrés, está ahí. Una sensación de inmersión en una nueva subcultura que algunos llevan a profundidades muy peligrosas, como es el caso de los degen, que es una subcultura dentro de la subcultura cripto. Aunque de estos ya hablaremos otro día.
Si tal sensación se encuentra en los individuos, cabe la posibilidad -muy imaginaria- de ponerse en los zapatos de esos ejecutivos de grandes corporaciones o fondos de inversión. De esos responsables de sus inversores. Si ganan en la inversión en Bitcoin, aparecerán como valientes héroes financieros que supieron por dónde soplaba el viento de las oportunidades. Pero, si pierden, acumularan adjetivos, en los que el de imprudencia será de los menos cargados. Saben que se la juegan. De aquí la parálisis. Pero también son conscientes de que, una vez dado el paso, tiene muchos visos de irreversibilidad, de emprendimiento de un camino distinto.
TOKENIZACIÓN, EL TREN DE LA ECONOMÍA FINANCIERA
Seguramente todo esto ocurre porque bitcoin y las criptomonedas se encuentran aún en los inicios del proceso de normalización. Una normalización que podrá considerarse bastante avanzada cuando nos topemos con un cartel que diga: se admiten propinas en bitcoin. Hoy ya no nos extrañamos que junto a los músicos callejeros o en las iglesias aparezcan los números para realizar aportaciones a través de bizum. Algo que apenas tiene ocho años.
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